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CONTEMPLACION EVANGELISTICA: QUIETUD Estas sugerencias poéticas yanquis sobre el Cristo Nazareno nos llevan a la evocación de lo más humano que el Verbo asumió de nosotros como Redentor: su Pasión y Muerte. Solo lo divino pudo hacer de estas dos palabras, Pasión y Muerte, fiesta y triunfo. En medio de una civilización como la estadounidense, de la afluencia y la confortabilidad, en permanente paz y guerra de ideales y mitos, de sueños, hastíos y derechos, es armonioso meditar y contemplar fragmentos de cuadros evangélicos, interpretados por la piedad, el pensamiento y el arte. ¿No será el evangelismo yanqui un modo de mística con su arte y su quietud? Al menos, eso sugieren sus represen– tantes y profetas cuando se les oye y contempla en primer plano en la pe– queña pantalla. Cada Evangelista oyó las palabras con sus oídos y corazón. Mateo, Lucas y Marcos, con oídos y corazón sometidos a los impulsos naturales de las emociones humanas. Juan, con sus propios oídos y con su avanzada facultad ya insensible al tumulto de la carne, sintonizó con lo sobrenatural, pronto a discernir la voz del espíritu semejante a un suave <<silbido» que a Santa Teresa le fué dado un día el privilegio de oir. ¿Acaso por ser Juan más amado, le concedió Cristo este favor de per– cibir al Maestro con ojos hondos y oídos sutiles para detectar los sonidos de su mensaje? Nosotros oremos y contemplemos, espontáneamente al ritmo del soplo del Espíritu Santo. San Juan evita la <<debilidad final de Jesús, las humanas flaquezas» ... En las últimas palabras expresa la divina majestad en lo breve. Cuando Jesús recibió el vinagre: «Esto se consumó. Inclinó la cabeza y entregó el espíritu» (19:30) Una de las recomendaciones más frecuentes de Jesús a sus discípulos es la de <<No temáis! No viváis asustados. ¿Por qué teméis? Paz. Y, ¿el asom– bro ante lo divino? Es un miedo distinto en cada ocasión: Aprehensiones de Pedro tras la pesca milagrosa «No temas». Al presenciar la resurrección del hijo de la viuda de Nain: Les entró a todos un gran miedo. Después de la tormenta en el mar y decirle a Pedro: Paz, estate quieto ... y se hace la calma: ¿Por qué estáis atemorizados? ¿Es que no tenéis fé? Se asustaron y decían entre sí: ¿Quién es este hombre a quien viento y mar obedecen? (Marc. 4:38-41) Miedo de la autoridad, del esplendor, de la gloria y hasta de la bondad de Dios. La noche en que vino a ellos sobre las aguas: «Estad de buen ánimo; no temáis» Creían que fuera un espíritu y se asustaron desmedidamente. Su corazón estaba sobresaltado (Marc. 6:49-52). En la transfiguración, 203
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