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Los sentimientos del cristiano, periodista y poeta, que vive hoy aquí, no pueden menos que saltar entrecortados: Nazareno Yanqui Luz de Luz, Cristo Cristal de Roca, Piedra angular, Alfa y Omega de Apocalipsis, Gracia de abiertos brazos hacia mí, Túnica de mi majestad de criatura, Nazareno, amigo en mi mesa, artífice de enfrente, en tu taller sueñas y esculpes formas juveniles de hombres y mujeres. Voz del Padre, Palabra, Verbo: Verso en el que anida el Espíritu Santo. Olvida ahora a Tu Madre. -No puedes, ¿verdad?- Tú, Belenita; tu Madre, Nazarena. Te coronó Ella Nazareno por el Amor de Dios. En la Encarnación, el Espíritu y Ella forjaron tu verdad de sangre y sombra, la verdad de las mujeres y los hombres, hueso y piel, por la Virtud Altísima. Te place revivir la dicha de tu hogar de Nazaret. María labora y embellece. Pronto vendrá José, tu padre, varón justo, feliz con sueños de ángel, y su amor a Tu Madre, que él sabe único en plenitud de confidencia de la que Tú naciste ... Y piensa en ti: -Nadie como El, a la redonda, hará un yugo o un arado como yo. Pero, seguro, este muchacho, hará ¡un trono! de la mejor madera del alma, de las palabras del corazón y el vaho de los cuerpos, y, desde luego ... de la cruz. ¡No espero ver tal cosa ... Pero ahora Lo tengo aquí, en el aire mío y de María. Le gusta la madera como a buen aprendiz. Cierto. Su corazón es semejante al mío: tierno, honrado, veraz, bravo como el que más, y muy cortés. 199
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