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Según otra versión, yanqui es corrupción india de la palabra english. De ser verdad esta alegación, daría base más amplia y más honda y, desde luego in– dígena, al concepto de lo yanqui y expresaría adecuadamente el complejo inglés-norteamericano, de modo parecido a como el spanish comprende lo español y lo hispano-americano. Lo cierto es que lo yanqui, superficial y demasiado humano sigue te– niendo aún en los Estados Unidos, un peculiar soniquete de diferenciación y evasividad, que quizá no va a desaparecer hasta que el yanquismo logre madurez y perspectiva históricas. Hoy por hoy, los estadounidenses enca– jan, sentidos y bien humorados, el «¡Yanquis, a casa!)). El más yanqui es el yanqui de Boston, Massachusetts, y, apurando un poco, el bostoniano castizo es el que continúa tomando como postre la tarta de manzana. Cosa que, por lo demás, practican los americanos de todo el mundo. El uso y las acepciones semioficiales de los diccionarios han venido extendiendo gradualmente el significado del adjetivo yanqui, y éste significa el nativo en cualquier lugar de los Estados Unidos de Norteamérica. En todo caso la condición del ser yanqui, el yanquismo y la yanquidad, si valen los neologismos que corresponden a las voces norteamericanas Yankeism y Yankeedom, constituyen categoría a todas luces. Leves muestras indicadoras de lo que puede ser el yanquismo se hallan en su ironía. Archibald Mac Leish, analizando a Robert Frost en sus raíces con Nueva Inglaterra y como poeta símbolo americano puro, observa que la ironía es divisa yanqui, característica nacional. El poeta Frost posee y ex– presa la mente irónica yanqui, cuyo sentido es «el del antiguo griego)). Se disimula diciendo algo más o algo menos-de ordinario menos-de lo que significa: pero en las palabras que lo advierten hay sonrisa. Y aduce unos ejemplos de ideas y actitudes del poeta: Refiriéndose a una pareja de viejos: «La vida no es siniestra. En efecto, la vida los ha hecho (al anciano y a la anciana) bravos y animosos. El es el marido; ella, su mujer. Ella no le teme a él. Ellos no temen la vida.» Sobre los bellos principios: «Nada de oro puede permanecer. El primer despunte de la naturaleza es dorado; la hoja y la flor, la aurora y el día.» De la tierra: «Ella era la tierra cientos de años antes de que nosotros fuéramos su gente.» Y acerca del fin: «Se acepta difícilmente el fin de un amor o de una estación.» En el ámbito de lo yanqui, además de la ironía accesible y benévola, sonriente, tan próxima al humorismo, se encuentra en muy diferentes for- 18

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