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cifras de Dios. En parte los libros sagrados, principalmente los Sapien– ciales, la Sabiduría, aceptan y utilizan el juego y cantar divinos. En los dramas cristianos y en los autos sacramentales se trataban las dos naturalezas, la humana y la divina, de Cristo con profundidad doctrinal Yanécdota realística corno sólo las artes medievales, renacentistas y barro– cas supieron hacerlo. Ahora se desvelan y se difunden casi exclusivamente aspectos humanos. Son todo lo válidos que se quiera, pero que pueden dejar eludido el dogma de la Encarnación. En todo caso, pueden resultar una in– vitación al acercamiento a su Divinidad expectante. El impacto de Cristo es perceptible en virtud de su presencia y acción, sin que tengamos que apelar a su evangélica postura de signo de contradicción. Las artes en general y el teatro en particular han buscado siempre y encuentran con frecuencia la in– mediatez y el trasfondo de Dios y los hombres. Es una eterna lección que se reitera en América, en su sociedad y en sus almas jóvenes. Sobre los júbilos distorsionados y las interrogantes convulsivas de los actores de la comedia humana de ahora, siguen Judas y sus alegres camaradas, muchos de ellos inocentes discípulos de Cristo, preguntando y exasperándose ante el misterio de su Maestro. Este renueva su recuerdo de las aves y de las flores, o sea, la desvalidez del hombre y la atención pro– vidente del Padre: «¿Por qué deseáis saber? No os preocupéis del futuro. Guardad el mañana para mañana. Pensad en hoy.» La mujer Magdalena, elemental y mística, es la que ofrece lo que se necesita aquí y ahora; y por eso mismo es eterna e infinita. «Todo va bien. Queremos que duermas esta noche. Dejad que el mundo siga dando vueltas.» La multitud exige y sueña: «Hosanna, Superstar. Dinos que eres el que dicen que eres.» «Es peligroso. ¿Qué hacer con este Jesús de Nazaret?» reclama Anás. Un sacerdote resume: «Nada de revueltas, ni motines, ni ejércitos; nada de luchas ni de consignas.)> Y Caifás remacha: «Una cosa os diré de EL: Jesús está tran– quilo.» La influencia que Jesús ejerce en la juventud americana ha sido pro– movida en gran parte por el movimiento teatral. Un grupo interdenornina– cional, «Los Jóvenes Creyentes,» aplica sus actividades al campo de la can– ción y del concierto. Otros grupos se invitan entre sí con el «Uno en Cristo»-«One in Christ»-. Su sentido lo resumía así el Gobernador de la Florida Reubin Askew, antiguo profesor de la escuela dominical de su igle– sia presbiteriana: «Música, conciertos, conferencias y coloquios 'inspira– cionales' continúan modulando el viejo y actual cristianismo para las nuevas generaciones, que acaso en sus nuevos caminos tienen la suerte de acercarse a Dios por el arte y la vivacidad juveniles.» El hecho de la verificación de Cristo en el hombre no es nunca un fenómeno exclusivo para determinados años de la vida. Al fin y al cabo la juventud es augurio de adultez, verdor promisorio, madurez excitada. El Hijo de Dios, al asumir la naturaleza humana, es la plenitud del vivir del hombre en sus dimensiones y tiempos. De ahí que la Encarnación de Cristo persiste siempre en sus consecuencias progresivas. Es un proceso de 187
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