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grado muy importante, los medios razonables, el esplendor del universo, del arte, del progreso, de la ciencia y de la técnica, de los presentimientos y adivinaciones y extrañas vivencias. Al fin y al cabo, todo puede ser gracia de creer. No podemos olvidar el hecho supremo, el rigor intelectual de lo divino que hay en la última instancia del pensar. Y tampoco habremos de preterir el fulgor místico y poético que inundaba al monje franciscano sobre el mismo puente Golden Gate de la ciudad de San Francisco, no lejos de la peliculera isla de Alcatraz, penal famoso: Dios es para mí verdad y aventura inagotables; ternura, decisiva claridad; hermandad en el misterio y en el dolor; es sangre y muerte necesarias en la cruz; resurrección constante; tiempo y eternidad bienaventurados. Dios es mi biografía: mi Dios y mi Todo! (F.M.B.) Referencias, como éstas, tan personales, pueden ser motejadas de egoísmo, narcisismo y de falta de moderación. Por eso mismo son también «contestación,)) otra de las formas de la presencia divina y uno de tantos enamoramientos, que suceden para con Dios. La pluralística sociedad religiosa yanqui es «contestación» democrática a Dios. Tantas fes, tantas piedades unanimemente consentidas llegan a constituir una vastedad como de paisajes y adoraciones convertidos en na– cionalidad. Un viejo artículo de Lyman Abbot, 1916, se refería así a la herencia americana: Una nación es grande no por sus campos fructíferos, sino por los hombres que la cultivan; no por sus inmensos bosques, sino por los hombres que los utilizan; no por sus minas, sino por los hom– bres que las trabajan; no por sus vías férreas, sino por los hom– bres que las forjaron y las usan. Cuando la descubrió Colón, América era un gran tierra; los americanos han hecho de ella una nación grande. Los elementos que hicieron crecer a Estados Unidos los resume la an– ciana Rosa Kennedy en dos palabras de significación etérea: dedicación y ensueño: Desde el Mayflower al Skylab América se construyó con las manos de millones de ciudadanos corrientes dedicados a poner en funcionamiento este país. Como una de tantas personas que ha vivido a través de varias generaciones en la historia de esta nación, he visto muchas caras de América. Sé que la fe y el com– promiso han sido esenciales a nuestro progreso pasado y que 177
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