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logros no son definitivos acerca de la intrigante cuestión de si hay o no vida en Marte. Nuevos intentos serán necesarios, que pueden culminar en la ex– ploración por el mismo hombre en persona. Los datos seguirán acumulán– dose tras los Mariners y las sondas soviéticas en medida progresiva. De momento, tenemos que reconocer que somos testigos de una nueva Edad de Descubrimientos, y que en ella trabajan cerebros humanos y mecánicos sin comparación superiores a los que condujeron a Colón al descubrimiento de América. Estas investigaciones y descubrimientos planetarios-decía un editorial del Miami Herald-nos hablan no sólo de los planetas, sino también del origen de nuestro universo. No hay por qué ponerse a sacar consecuencias y aplicaciones a nuestra posición humana y cristiana ante este hecho de Marte a la vista y esa descubierta, siquiera sea muy parcial, del universo. Pero sí es hermoso recordar ciertas verdades espirituales y físicas contenidas en nuestro Credo. Vamos a mencionar sólo dos, referentes a dos puntos diferentes: Dios y el espíritu humano. Templos, iglesias y sinagogas yanquis han aireado estos dos temas suscitados por los descubrimientos en el espacio exterior. Dios, en estas conquistas de la ciencia y de la noble ambición humanas, se muestra más «infinito,» es decir: sin límite en el espacio y en el poder ac– tivo. Y esto, no de una manera teórica y matemática, sino también ex– perimentalmente. Dios se agranda para la conciencia y la ciencia humanas a medida que éstas progresan y conquistan. Por otra parte, es cierto y maravilloso el constatar la posibilidad y eficacia de las comunicaciones, incluidas las visuales, desde más allá de millones de millas. Pero es igualmente asombroso, aunque sea normal, el que el Espíritu y los espíritus de los hombres, sin límite de distancia, se in– fluencien y beneficien por la oración, los Sacramentos y el recíproco interés por el amor. La cristiandad americana asume en paz ambas experiencias. También por estos hechos científicos de nuestro tiempo la gloria y la gracia de Dios sobre los hombres y las cosas se confirman y se ensanchan. PARADORES DE TURISMO PLANETARIOS En la última exposición de Nueva York, la «General Electric» 1969, como promesas para las décadas próximas, exhibían en su pabellón ma– quetas de plástico de ciudades enteras, debidamente acondicionadas con las técnicas previstas y que próximamente se instalarían en los fondos sub– marinos, en los polos de la tierra y especialmente en los paisajes de la Luna y otros planetas que se irían logrando, para morada habitual o circunstan– cial de los humanos. Las recientes soledades «arizonianas» de Marte están ofreciendo el mismo destino. Para Estados Unidos esto es otro de sus sueños que ya está en el taller. Las finalidades de estas zonas del próximo futuro pueden ser la investigación, la utilización industrial, el deporte, la 163
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