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necesitamos una respuesta del espíritu.» Nadie negará valor, hálito moral y espiritual a estas afirmaciones y a esos «sueños imposibles,)) de los que canta la comedia musical El hombre de la Mancha. Lo cierto es que, según también otro "'º''"'f'•tcu•n de leyenda, por muy cuarteada que esté en Estados Unidos y en otras partes la Tabla Redonda de Los Caballeros, sigue habiendo reyes Arturos y muchos adolescentes que quieren revivir la gloria y el espíritu de Carnelot y mejor todavía del Espíritu Santo, a quien «el Padre envía por Jesucristo.» Años después de aquellas palabras que denunciaban la crisis del espíritu en la sociedad americana-de ella hablarnos ahora-sigue ocurrien– do, como si obedecieran a embrujo de aprendiz incontrolado, las escaladas bélicas y los espasmos políticos desconcertantes, que tenían convertido a Vietnam en desafío y remordimiento tenaz, en peñasco de Sísifo para la mente americana. Añádese la manifestación de violencia sobre el candidato George Wallace, otra más entre las sincronizadas con las ferias y apoteosis electorales en los tres últimos cuatrienios. Parece que ninguna entidad humana puede ser incruenta, ni siquiera cuando se disfrutan libertad rigurosa y democracia irreversible con sus consecuencias paradójicas. A pesar de todo, es parte esencial del hombre gritar sudando sus sueños. LO QUE HA DE CREER EL PRESIDENTE Nixon, como los presidentes que le precedieron y los que le han seguido expresó en sus alocuciones y gestos ya rituales la fe que a tanto com– promete y que en realidad es la fe y sentir de la mayor parte de los americanos, incluidos sus ateos, más o menos «influenciados», pero no adscritos a confesión determinada. Siempre que se toca el terna de la espiritualidad americana, nos referimos a la Fe religiosa, sus creencias y convicciones, que no faltan quienes las identifiquen con su democracia, elemento común aglutinante de la identidad de este pueblo, y que constituye alma y médula de esta nación. Hoover, el presidente republicano de la depresión del veintinueve. formulaba así esta actitud en este pensamiento posiblemente desmesurado: «El poderío de nuestro país consiste en que Dios es aquí adorado en múltiples formas.» Nixon tiene mejor estructuradas estas creencias, que acaso no sea difícil asimilar a ideas de otros pueblos considerados ilustres. Pero es Estados Unidos el que piensa y habla por Nixon: El hombre ha sido dotado por el Creador con derechos inaliena– bles a la vida, a la libertad y a la felicidad, y esto con igualdad de oportunidades. El Estado no otorga esos derechos. No puede tampoco privar de ellos a nadie. Sólo puede protegerlos y ampliarlos. Ningún hombre está tan alto que puede colocarse 149
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