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Tanto como a milagro, nos sabe Dios a vida; es la aventurtz eterna en el bosque escondida Habladme, Padres sabios, de su porte y maneras; su augusta biografía de una vez y sin eras. Yo le diré: «Te adoro, en Ti creo, Te amo». Se abrasan mis entraflas al oir su reclamo. Placer pido, entre lágrimas. Me enloquece por bello. Mas sé que su verdad en mí solo es destello . Por eso, buenos Padres del Concilio, os conjuro; ¡Dadme a Dios, solo enigma, como el beso más puro! Y si esto es demasiado humano, y es cantar de cantares, suplico: ¡Ensefladme a esperar! Los mismos Padres Conciliares personifican a Cristo: Mi «Cristo Yan– qui» «Dirigimos todas nuestras energías para renovarnos de tal manera que aparezca a todo el mundo la faz amable de Jesucristo». (Mensaje de los Padres del Concilio a todos los hombres') 12 Te llamé tantas veces, Cristo de los sagrarios en viejas catedrales y nuevos santuarios, que no oi tus palabras entre mis propios rezos, y mi liturgia era estética o bostezos . Pero conmigo estaban tu llaga y tu semblante. Tu sangre y tu sonrisa goteaban delante de mi alma, mar sin olas, ciudadela sin valla. Tu plano primerísimo llenaba mi pantalla Hoy el Concilio encuentra tu humanidad tratable con tu divinidad, al amor vulnerable. El orbe es Magdalena que te enjuga las plantas con mansas cabelleras pecadoras y santas. La tierra es tu Verónica, y en su caliente velo hundes tu faz, tan joven, para asombrar al cielo.

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