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ministerio en parroquias. Pues este joven sacerdote americano es pesimista y con aire bíblico dice: «Hay demasiado materialismo en la sociedad americana. Alcanza hasta a los medios eclesiásticos religiosos católicos. Un castigo se cierne sobre esta nación. Quizás el comunismo o Rusia. El Atila de ahora.» No dejaba de ser sorprendente este gesto medioeval-que puede ser del todo razonable en pleno siglo XX y en América-del joven sacerdote americano. Un periodista cubano me ponderaba ayer la actitud «agresiva,» com– batiente de la Iglesia católica en Norteamérica, lo cual hace que siga pro– gresando, mientras el protestantismo se contenta con las viejas posiciones y va hacia abajo. La Universidad Católica se va también imponiendo, incluso ante las otras más antiguas de los Jesuítas. Me he entrevistado en la Universidad Católica con la Sra. Regis Boyle, Directora del Instituto de Periodismo de esta Universidad. Me ha infor– mado de clases, ciclo de enseñanzas y bibliografía, que conservo aparte para tomar apuntes después. Al enseñarle los programas de nuestra Escuela Oficial de Madrid, ha quedado admirada de su extensión y contenido y de la precisión con que se apuntan los cursos y sus lecciones y disciplinas. Véase por donde, la mejor impresión que he recibido de alguna cosa española ha sido precisamente de una americana, doctor, y profesora de periodismo. Hablo de nuevo con el periodista de marras, y de nuevo me coloca sus juicios adversos al ambiente norteamericano. Me dice algo malo que hasta ahora no había oído. Y es que con su preocupación por no engordar, están desvitaminizados. Han logrado la esterilización de sus alimentos, y luego tienen que suplir las vitaminas con píldoras e inyecciones. En el ejército las inutilidades van en aumento; y los niños de debilitan. Causa: la alimen– tación y la televisión. Esta última por su inercia, además de que atonta a las criaturas. El periodista termina también vaticinando: «Este país se verá obligado a hacer por medio de los militares, lo que en España hizo Franco.» No puede uno quedar tranquilo oyendo a los españoles de aquí, cual– quier que sea su dirección política. Damos la impresión de no tener remedio y de no querer mirar nunca hacia adelante y con limpieza de olvidos, reconocimiento de equivocaciones con generosidad. Como siempre que me surge en mis andaduras, el tema político me llena de melancolía. Y en esto, estando en la sala de estar del convento, la radio lanza música española: son sevillanas y pasodobles muy conocidos. Un ramalazo de vigor convencional español sacude mi ser, y siento con evidencia extasiadora la verdad estética y amorosa de la Patria. Me encanta dejarme llevar de estos sentimientos; pero también me avergüenza un poco la inutilidad y elementalidad de mis reacciones, que confortablemente son las de cualquier español dentro y, sobre todo, fuera de España. Luego, la conversación con el periodista y político militante, en el exi– lio cubano, derivó hacia situaciones políticas actuales. Decía, por entonces, tener gran fe en Fidel Castro, porque, dados sus procedimientos y men- 136
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