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decir en favor de quién. De vez en cuando, se ven viejos negros canosos. La blancura de su pelo parece hacerles perpetuar una juventud siempre ágil y cálida. El tercer círculo de Washington es el central, burocrático, comercial y de oficinas públic..n; e internacionales y administrativo. Es señorial, gran– dioso, imponente para la dimensión humana. Abruma. Y a esta impresión de abatimiento contribuye el hecho de que, si uno va a pie, se encuentra con la apariencia fantástica de que la raza humana, hombres, mujeres y niños han desaparecido, raptados y enguillidos por unos seres extraños e in– numerables, llamados automóviles, y que se los llevan sin demasiada pro– testa a un reino desconocido, al cual un pobre peatón no puede pertenecer. Llego así a la National Gallery of Art, en lo más céntrico de Washington. Un museo es un mundo aparte en leve conexión con el mundo de los vivos. Una manera de ver museos es, por otra parte, hacerlos ciudad, vida actual. Hacer que salten los paisajes, personas, objetos y ambientes, pintados o esculpidos, a la realidad de ahora. El Museo de la National Gallery es un complejo de donaciones filantrópicas y contiene alguna muestra de lo mejor del mundo. Es imposible hacer constar brevemente los goces y los éxtasis de un Museo. Renuncio a ello. Por cosa exótica menciono una circunstancial exposición de arte antiguo chino. Música bajo los ár– boles, convites literarios en los bosques, los aspectos de las diversas esta– ciones son sus motivos. Hay algo de espinoso en toda esta configuración, hecha toda con alfileres. El resultado es espiritual. La Gallery ofrece una gran oportunidad de acercarse a la pintura francesa reciente, y también a Picasso y Dalí. Uno de los cuadros ante el cual más gente se detiene es La Cena, de Dalí. Como todas las obras suyas, produce inicialmente un senti– miento místico. Luego, ese sentimiento queda en un raro ambiente de esterilización y de clínica. La National Gallery de Washington es uno de los paraísos de la belleza humana como creación y como logro. COLOQUIOS DE PRENSA. DECADA SESENTA Acompañado de un periodista español he visitado más detenidamente el National Press Building. En mayores dimensiones, su Club de Prensa recuerda un Casino con todos sus servicios y hasta en cierta manera con su aire cansino y de ocio. Esto ocurre cuando no hay fiebre de noticias. Pero cuando vibran las noticias esto se desata, es un hervidero de carreras, teléfonos, teletipos. Estos últimos, aún en días tranquilos, trabajan sin cesar para los periódicos que no duermen nunca. En tanto los periodistas fuman, se aburren, hablan de cualquier cosa y, sobre todo, dormitan. La biblioteca y sala de lectura de este Club sirve también para lo que sirven las sales de lectura de todos los casinos del mundo: para echar la siesta con el periódico o la revista, derrumbados sobre un brazo del sofá. De vez en cuando remueven el edificio noticias de preparativos militares, cuyo 134

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