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significativo para los Estados Unidos: la glorificación canónica de la primera india yanqui, nativa, norteamericana: Kateri Tekakwite, elevada al honor los altares, beatificada, por Juan Pablo II enjulio de 1983. Igual que toda América del Norte, los indios Seminolas de Florida han celebrado con sus ofrendas, danzas y ritos ancestrales y católicos a la nueva Beata y al «Gran Espíritu». Su linaje histórico se remonta al siglo dieciséis - y sus raíces lo rebasan cuando las misiones hispanas en torno a la ciudad de San Agustín. Tercera etapa. Confluencia y conflicto. El hecho decisorio de la Guerra Civil, ebullición de los elementos nacionales, interfiere en las actitudes y en las conciencias y, por fuerza, en la Iglesia, en sus fieles y familias. En uno y otro bando confesionales católicos lucharon en la contienda, así como sus capellanes sirvieron espiritualmente, más allá de la política, en uno y otro frente, aunque la doctrina cristiana estuviera determinada por el Evangelio ante la libertad y la esclavitud. El caso es que los Estados del Sur y Suroeste, los más abundantes en católicos, era, por otras muy diversas razones que las religiosas, el nervio y el estilo de la Confederación ante la Unión de los Trece y los que se habían adherido desde la Independencia. Durante la guerra, irlandeses y otros grupos católicos romanos se sintieron afectados, al igual que miembros de otras patrias y fes, por leyes de leva consideradas injustas que provocaron motines. Lógicamente la Iglesia del Sur, en la postguerra, se vió en situa– ciones comprometidas. Tras la Guerra Civil, el arribo de inmigrantes se intensifica con aporta– ciones periódicas, como obedeciendo a ritmo de ideales y de tiempo. Se in– crementan los católicos y con ellos la Iglesia, y ésta multiplica y organiza in– stituciones y servicios en favor de sus fieles a los que atiende en sus situa– ciones de urgencia, principalemente a enfermos y pobres. Toda cuestión de individuo, familia o grupo es a la vez programa de acción de sus iglesias, curias y rectorías que dinamizan las respectivas comunidades, tal como se ha visto siempre en la vida parroquial norteamericana, hasta en los recientes intentos posconciliares. La desvalidez, el sueño de bienestar y aventura, las conmociones religiosas y políticas en Europa y la seducción del Nuevo Mundo, llevan espasmódicamente millones de inmigrantes, muchos de ellos de procedencia católica. Se hace así la Iglesia inmigrante, hasta convertirse la Católica en una de las más importantes, ahora ya la más numerosa entre las otras cris– tiandades y confesiones consideradas una por una. Surge por estos tiempos en esa iglesia inmigrante su primera mujer canonizada, Santa Francisca Javier Cabrini 1850-1917. Con otras seis de sus hermanas llega a Nueva York el 18 de marzo de 1889. Bajo la inspiración y orden de León XIII, comienza a trabajar a sus 39 años entre los pobres de Estados Unidos. La fragilidad de su cuerpo parece darle más energía y tesón para establecer conventos, escuelas, orfanatos y hospitales a través de l:> 106

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