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y no comprometemos a nada. Y por eso nos figuramos al Espíritu Santo como cándida paloma. Sin embargo, también debe ser para nosotros fuego y vendaval. Quizá estemos asistiendo en la Iglesia a un nuevo Pentecostés. Juan XXIII dijo "que el Concilio era un abrir las ventanas de la Iglesia, para que entrase un poco de aire fresco". Algunos se han asustado y pien– san que lo que ha entrado es un vendaval incontenible y un fuego devorador. Bien está si es para bien. Y pen– sarnos que así es porque vemos en ello la huella del Espíritu Santo. ¿Que surgen por doquier falsos profe– tas? Sin duda. Como en la primitiva Iglesia. Pero eso no es motivo para ahogar el don de profecía infundido por el Espíritu Santo. ¿Que cambian demasiadas cosas? Todavía no se han cambiado todas las que hay que cambiar. Pero ello no justifica el inmovilismo de tantos años. Un inmovilismo no expectante, sino cobarde, rutinario, comodón. Aunque a uno le llamen borracho y le tiren pie– dras, es bueno salir de vez en cuando de sus casillas y gritar a los hombres: Hermanos, ¿no os cláis cuenta que Dios ha muerto por nosotros? Lo que importa es que todo eso suceda impulsado por el fuego del amor y el vendaval de la inspiración del Espíritu Santo. Pentecostés es hoy ... 95

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