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saba. Era un empedernido escéptico que le enviaría a la muerte para no complicarse la vida Pilato semeja un tipo de nuestros tiempos. Si entrase en el tablado de nuestra época gritando: ¿Qué es la verdad?, me parece que nadie le achacaría ana– cronismo. Porque son muchos los que se preguntan: "¿Existen verdades aún?". Incluso en materia religiosa, donde los dogmas son como columnas monolíticas e inconmovibles. Ante los virajes que ha dado la Nave de Pedro para no perder el compás de los actuales momentos, muchos se pre– guntan si no se está desmoronando todo. Contribuye a ello la ignorancia de tantos cristianos que no saben distinguir entre lo camhiahle y lo inconmovible. Tam– bién la alegría con que algunos, mucho más ignoran– tes, se meten a saco en los dogmas de la Iglesia habk.ndo de todo y contra todo, no entendiendo casi nada. También hay quien presenta fanáticamente como dogma lo que no pasa de ser una verdad opinable. Cama pena leer ciertos artículos donde se habla con ligereza de cosas que para empezar a comprenderlas se necesitarían meses de estudio. Uno quisiera saltar a la palestra, pero piensa que quizá con ello únicamente se aumentaría el confusionismo. Lo que sí deseamos muchos es que la cacareada sinceridad, la vergüenza profesional, la honradez y el amor a la verdad mueva a tanto aficionado a decirse: "Voy a enterarme mejor". Para ellos, la mejor respuesta es el silencio y el con– sagrarse a la verdad. Lo que Cristo dice en el Evan– gelio de hoy: "Y por ellos me consagro Yo, para que también se consagren ellos en la verdad". 92
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