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vemos que, cuando el tel6n de acero se levanta, la se– milla cristiana no ha muerto. Se podrán aplastar mu– chas espigas, pero de nuevo en la primavera y sin saber nadie cómo ni por qué, vuelve a florecer la fe y el amor a Cristo. Por eso llama la atención que, precisamente donde la fe ha sido tan perseguida, es donde ahora resalta más pura y resplandeciente y donde incluso más abundan las vocaciones religiosas y sacerdotales. Algo de lo que pas6 en nuestra Espafia después de la persecución. Comienza ahora a alborear un nuevo tipo de per– secución. Es un subproducto de nuestra sociedad de consumo. Está condensada en aquella importante frase imaginaria del demonio ante el tribunal de Dios. Un novelista pone en boca de satanás -recordando el caso Job- esta frase: "¿A quién se le ocurre tentar a los hombres con pobreza, calamidades, enfermedades y sufrimientos? Eso les hace volverse hacia Tí. Eso de– muestra que yo era, entonces, un demonio sin expe– riencia, más ingenuo que dos mil catedrales, un pobre diablo. Les vov a tentar, ahora con el dinero, la abun- . ' dancia, las comodidades ... Ya verás como se apartan ele Tí". Y parece que va teniendo razón. No obstante, esperemos. Cristo ascendió a los cielos, pero no nos abandonó y dejó en la tierra una semilla indestructible: El Evangelio. Ese Evangelio que debe ser salvación o condenación, porque recordemos sn frase en el día ele hoy: "El que crea y se bautice, se salvará; el que se resista a creer, será condenado". Cristo ascendió para c1ue pensemos en un más allá. 89

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