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mos ahítos todos nosotros. Cualquier emisora nos lo sirve a domicilio cada día: siempre la misma letra con distinta melodía. Pero lo de Cristo es totalmente dis– tinto. Es un amor que le lleva a la cruz. Está teñido con sangre. Merece la pena que nos detengamos a reflexionar sobre todo esto. En definitiva, es el íntimo contenido del Evangelio. Podemos exclamar con Pablo de Tarso: "Me amó y se entregó a la muerte por mí". Y lo que históricamente sucedió hace veinte siglos en una tierra donde ahora tantos hombres mueren por nada, Cristo lo ha prolongado milagrosa y litúrgicamente. ¡Por amor nuestro! El que seamos perdonados tan fácilmente de nuestros reiterados pecados y alimentados con su san– gre ~·upone el sacrificio actual de su cuerpo, de su sangre. Su amor está escrito con sangre. 80

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