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Que no sería papel mojado con firmas de tratados, tre– guas para carreras de armamentos, explotación y egoís– mo, sino una buena voluntad entre los hombres. Las espadas levantadas pueden mantener a raya las guerras, pero no pueden traemos la paz. La paz la tiene que conquistar cada uno de nosotros. A la luz del Evangelio de hoy -donde Cristo entra saludando con la paz y habla luego del por qué de la guerra de la cruz, de sus sufrimiento'., y muerte- com– prenderemos lo que escribió San Pablo: ""Cristo hizo posible la paz mediante la sangre de su cruz". Y los obispos españoles, con motivo de la Jornada de la Paz, han escrito: "La paz no es una realidad estática. Es algo que se construye día a día, dinámicamente, me– diante la "educación para la paz", a la que, con motivo de esta Jornada nos exhorta el Santo Padre. De mo– mento, todos podemos empezar por comprometemos a no hacer difícil la convivencia con polémicas injurio– sas o actitudes excluyentes y condenatorias. Diaria– mente deberíamos hacer "nuestro examen de paz", sabiendo que, en el juicio de Dios, "el Señor nos exa– minará de amor". El amor fraterno y la paz serán las mejores pruebas de la reciedumbre de nuestra fe". 77
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