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DOMINGO TERCERO EL FANTASMA DE LA PAZ 1.;rn,-;uRAS: H. A!POSTOwES 3, 13-15; 17-19 1.' S. JLJ.AN 2, 1•5a wUGAS 2t, 35-48 Sí, el fantasma de la paz. Porque el cráter de las maxi o miniguerras estalla por tantas partes que uno no sabe si va a terminar sus días en paz: Los bombar– deos, las bombas cronometradas v aisladas, los c6ctelcs J\folotov, las disputas callejeras, los atentados, los se– cuestros. Pienso que si ahora alguien atravesara una pared para decimos: "¡Paz"!, nosotros juzgaríamos que era un fantasma. Con mucha más razón aquellos apóstoles que están encerrados en su casa con miedo de que en cualquier momento viniesen por ellos para llevarles al patíbulo. Y, sin embargo, en todas sus apariciones Jesl!s siempre con el mismo saludo: Paz. En labios de Jesús esa palabra es saludo, mensaje, consigna y, sohre todo, resumen ele su vida. P~rque El vino justamente para traer la paz a los hombres. Y corno rocío caído ele lo alto descendieron las voces angélicas en la Nochebuena deseando "paz en la tierra a los hombres". Y en su largo peregrinaje por los ca– minos ele la hoy ensangrentada Palestina fue gritando, 75

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