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negado y huido cobardemente. Eran pecadores que recibían el Espíritu Santo y marchaban a perdonar los pecados de los hombres. El Evangelio de hoy narra también la aparición de ocho días después cuando estaba Tomás, el que no creía si no palpaba bien. Y luego fue el primero que cayó de rodillas. Me parece a mí, que lo que nosotros necesitamos es retorcer menos con fantásticas teorías las cosas que con su sufrimiento y esfuerzo, Jesús nos hizo sencillas. Siguiendo sobre el tema de la confesión, a veces huimos de ella alarmados por el fantasma de la vergüenza, de la imposibilidad de recordar los pecados, del temor de grandes penitencias. Creemos ser los mayores pecado– res del mundo y somos uno más, uno de tantos. Nos falta esa sencilla hurnildad que da la fe para ponernos de rodillas y decir: "Yo pecador", y esperar que un hombre que está al alcance de nuestras manos y de nuestra curiosid~:d y es pecador como nosotros, nos dé la absolución. De rodillas nos ponemos cuando el sacerdote dice: "Esto es mi cuerpo". También debería– mos ponernos todos de rodillas cuando un sacerdote diee: "Yo te absuelvo de tus pecados". Todo es cuestión de fe. "Bienaventurados los que crean sin haber visto". 74

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