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del Señor. Aún para los que no tienen nuestra fe, si no quieren cerrar los ojos malintencionadamente, la cosa no tiene duda. Aquí valdría aquello de San Agustín, que perdió la fe y la reconquistó: "Para los que quieren creer, tengo muchas razones; para los que no quieren creer, no tengo ninguna". Además, la Resurrección de Cristo es esperanza y trampolín para nosotros. Esperanza de que, para noso– tros, también existe una vida eterna, un mundo glorioso donde la muerte no existe. Y también para aspirar a esa vida. Para ganarnos con los cinco sentidos, con el corazón y el alma, esa vida que Cristo nos ha conquis– tado con su muerte y Resurrección. El es nuestra cabez~!, capitán y guía. El entró primero para abrimos camino. Por eso San Pablo nos grita, en la segunda lectura de la liturgia de hoy: "Ya que habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra". 71

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