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tra prisa nos sentemos un momento en esta Semana Santa a meditar las razones que tiene la Iglesia para recordarnos tan reiteradamente la Pasión de Cristo. Simplemente para que nos demos cuenta que si El sufrió, nosotros tenemos que sufrir. Cristo sufrió lo indecible. Pensar que un Dios se humilla así ... Noso– tros, si queremos divinizamos, no tendremos que revol– vernos contra el dolor o drogarnos con tantos medios como la sociedad de consumo pone al alcance de nues– tras manos. Tendremos que aceptar -en humano y en cristiano- la ración de penas, de dolores, de fracasos, <le humillaciones que nos toque en la vida. El misterio del sufrimiento cristiano es incomprensible incluso para muchos cristianos. Unicamente en esta luz divina vis– lumbramos su razón. San Pablo, que escribió: "Suplo en mi carne con mis padecimientos lo que falta a la Pasión de mi Señor Jesucristo", fue también quien mejor comprendió el porqué de los sufrimientos <le Cristo: "y así actuando como un hombre cualquiera, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte, y una muerte de cruz. Por eso Dios lo levantó sobre todo, y le concedió el "Nombre-sobre– todo-nombre"; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble y toda lengua proclame: "¡Jesucristo es Señor!, para gloria ele Dios". He aquí el camino más recto para ascender al Reino. Los judíos no le comprendieron. ¿Le compren– deremos nosotros? Ojalá sea nuestra consigna: "A la Luz por la Cruz". 65
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