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conmocionados. Cuando volvieron en sí vieron a una pareja de tricornios que se acercaban. Era la inconfun– dible pareja de la Guardia Civil. León Degrelle dijo: "Al fin, salvados". Así termina su libro. Podemos afirmar que el Evangelio de hoy, el más corto de los dos, nos viene a recordar justamente la aventura de un piloto divino que se lanzó en línea recta del cielo a la tierra para salvar a los hombres. He aquí el texto de San Juan (3,15-16). "Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único, para que no pe– rezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó a su Hijo al mundo para condenar al rrundo, sino para que el mundo se salve por El". Y para eso, para. salvar a los hombres, Cristo lo dio todo ... Los hombres derraman su sangre muchas veces sin saber por qué ni para quién. Muchos van a las guerras sin conocer los últimos motivos de las guerras y los intereses honc 1 os, inconfesables, de los que mue– ven la máquina bélica. Pero entre los millones de hom– bres que vertieron su sangre sobre el polvo del mundo, ninguno lo hizo con un gesto más amoroso que Cristo. Porque Cristo era Dios y se hizo hombre para tener sangre y poder darla toda por amor a los hom– bres. Cristo escogió, incluso, un nombre que lo dice todo: Jesús, que significa salvador. Y su vida entera está inmantada hacia ese momento de la cruz en el cual derramará toda su sangre. ¡Toda! En el diálogo con Nicoderno, que nos menciona el Evangelio de hoy, hace referencia Cristo a la ser- 58
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