BCCCAP00000000000000000000543

misma marchó a aquel pozo alejado de la ciudad por no encontrarse con las otras mujeres que, sin duda, a la hora de coger el agua la criticarían profundamente "por amor a la pureza, la justicia, la honradez y la ho– nestidad", pero en el fondo sentían una envidia incon– tenible. Porque estas mujeres que se llevan a los hom– bres de calle, suelen tener sus peores enemigas en otras mujeres que quisieran poder hacer lo mismo. La samaritana es una mujer discreta. Los hombres dicen muchos piropos a las mujeres. Pero el mayor pi– ropo que un hombre puede decir a una mujer es que es discreta. Nos cuesta creer que la mujer sea en oca– siones más discreta que nosotros. Que sepa guardar un secreto. Cantidad de chistes y refranes han inventado los hombres sobre el tema. Vaya una muestra: "la más muda, campana; la más constante, veleta; la más fuerte, de lana, y la más callada, trompeta". "Confiar un se– creto a una mujer e..; pagar dos cuartos al pregonero". Y hasta un sesudo y triste filósofo, el alemún Schopen– hauer, definía a la mujer como "un ser de cabellos largos y de ideas cortas". No sé si la samaritana tendría el cabello corto como tantas mujeres de ahora frente a las largas cabe– lleras, no siempre nazarenas, de tantos hombres de ahora y de entonces; lo que sé es que mostró una gran discreción cuando volvió a la ciudad y a los hombres que se arremolinaron a su alrededor, les dijo: "Venid a ver a un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho: ¿_será éste el Mesías?". No quiso enseñarles lo que ya sabía, sino que ellos lo descubriesen. Porque a 55

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz