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DOMINGO SEGUNDO LA MONTAÑA BLANCA LECTURAS: GENESIS 22. 1-2, 9a. 15-18 ROMANOS, 8. 31b-34. MARCOS, 9, 1-9 Cristo marcha del desierto a la montafia. La litur– gia le hace caminar rápidamente entre estos dos polos opuestos. La nueva liturgia nos ofrece estos contrastes porque quiere que a fuerza de paradojas, nosotros comprendamos el sentido de la vida cristiana que con– siste en caminar, algo así como por un desierto donde nos espera la lucha: el riesgo de ser auténticamente cristiano, para culminar en la gloria del cielo. La litur– gia es la vida de Cristo hoy y, por tanto, es la vida del cristiano. Cristo va a la montafia del Tabor con unos testigos cualificados. Quiere que ellos vislumbren un presenti– miento de la gloria futura para que se lo cuenten a los hombres cuando El haya marchado al cielo, para que sean también auditores de la voz del Padre que confir– ma la misión de Jesús. El Tabor es como la culminación de la misión me– siánica de Jesús. Se le aparecieron Moisés y Elías, que eran la síntesis de la Ley y de los Profetas. En ellos estaba comprendida toda la religión judaica. Pero entra un tercer personaje en escena y grita: "Este es mi Hijo amado; escuchadlo". Pedro, Santiago y Juan quedaron deslumbrados por la luz que les rodeó, por 50
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