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enseñarnos cómo hay que vencer las tentaciones. La Iglesia nos lo quiere recordar en este pórtico de la Cuaresma. Luego, Jesús salió del desierto y se fue en busca de sus hermanos los hombres. La soledad, los arena– les, las alimañas, el hambre, la sed y los ángeles, que al fin le sirvieron, quedaron atrás. Delante, sus herma– nos los hombres. El era el servidor de los hombres, por ellos y para ellos había venido. Cristo se encontró que la noticia de actualidad por toda Judea era la del arresto de Juan por Herodes. Jesús comprendió que había llegado justo a tiempo para tomar el relevo. Si una voz se apagaba otra tenía que seguir gritando contra la opresión, 1a tiranía, la injuria y las pasiones viles de los mortales. Así hasta el fin de los tiempos. El no quería ser más que un esla– bón en la inmensa cadena - a veces de barro, a veces de acero- a la que estamos empalmados todos. Por eso pensó en seguida en formar una Iglesia y escoger unos hombres que tomasen el relevo cuando a El le 1legase la hora del silencio definitivo. Pero en labios de aquellos hombres pondría El su Evangelio y por sus bocas seguiría El gritando la Buena Noticia. Como dice San Agustín: "Cristo predica a Cristo". Y, aunque la retórica sea distinta siempre, el fondo del tema será el mismo que hoy anuncia el Evangelio: "Convertíos y creed 1a Buena Noticia". Porque todo lo que de parte de Dios tenemos que decir u oir los hombres, el mensaje evangélico, será, en resumen, éste: "Convertíos y creed". La fe y las obras 48
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