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El hombre se ha sentido tan agusto en el mundo, se ha empinado tanto, ha prosperado tan ingentemen– te, que incluso se ha permitido el lujo de querer matar a Dios. Piensa que todo está encerrado en la célebre fórmula del "yo y mi circunstancia". Se necesita no querer mirar hacia arriba. Asombrarse, ahora que ha puesto los pies en la luna, de todo ese cosmos ordena– do y maravilloso que nos habla de alguien que existe, que ha dej2.do su huella en las cosas y que ha querido entablar un coloquio con el hombre. Y más, que se ha hecho hombre un Niño, cuyo aniversario de nacimien– to estamos celebrando en estos días. Sería bueno, que– ridos Reyes, que en estos días en que tanto pensamos en nuestros "juguetes", nos plantúsemos ante el naci– miento de Dios y nos diéramos cuenta que hay cosas con las cuales no se puede jugar. Y una de ellas es la fe. 40

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