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totalmente: Es esa palabra que existía desde el prin– cipio. Porque es una palabra tan unida al pensamiento, que era el mismo pensamiento ele Dios. Era la segun– da persona de la Trinidad: LA PALABRA. Por ello, considerar a Dios corno un ser silencioso, es inexacto. Porque desde toda la eternidad estuvo resonando en el interior ele Dios la PA.LABRA. Dios es un ser dialogante, cordial, comunitario. Lo que su– cede es que nosotros sólo apreciamos las palabras que retumban en nuestros oídos. Cuando Dios se decidió a lanzar la PALABRA fuera ele sí se conmovió todo el cosmos. La Biblia nos recuerda que al conjuro de la palabra de Dios fueron surgiendo todas las cosas de la nada. Los hombres -a travé\s de no sé cuántos filtros rnicrofémicos-- han querido imitar la sonoridad ele aquella palabra de Dios. Pero todo en vano. Esa palabra la oyeron las cosas, la oyó la nada, que comenzó a rebullir en la pa– lahra-semilla que evolucionando llega a la plenitud de la \·ida. Este Evangelio nos dice meramente: "Por me– dio de la Palahra se hizo todo, y sin ella no se hizo nacla ele lo que se ha hecho". Hasta que "la Palahra se hizo carne y acampó e>ntre nosotros, y hemos contemplado su gloria; gloria propia del Hijo único del Padre, lleno ele gracia y de verdad". La palabra se hizo hombre para ensefíarnos el valor de la palabra y del silencio. Porque lo primero que hizo fue guardar silencio. La palahra no sabía hablar. Y como un niño cualquiera foe deletreando 35

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