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importancia. El era distinto. Era el único. Su orgullo era casi tan satánico como el de Satanás, que había dicho en el principio: "Yo no serviré". Y Cristo respon– dió a Pedro: "tfú? Antes que el gallo cante dos veces esta misma noche me habrás negado tres". Y fue si. Pedro negó y renegó y blasfemó, con el acento típico del pescador galileo, tres veces. Dos de– lante ele una mujer. El sino de Pedro había entrado por caminos tortuosos. Una mirada fugaz de Cristo, al cruzar atado el patio de Anás, le salvó. Y las lágrimas de sus ojos que lloraron desconsoladamente. Aquellas lágrimas, amargas cual el agua del mar, hicieron huir a Satanás, que no pudo resistir tanto arrepentimiento y tanta humildad. Cristo le buscó de nuevo junto al mar. Un nuevo milagro y tres preguntas. Le quiso dar la oportunidad I l h t "'" 1 t · e e e es acer, con res s1es , as res negac10nes: "Simón, hijo de Juan -comenzó por el principio; quizá el destino del apóstol estuvo pendiente del hilo de la t . ' t ?" respues a - , e.me amas mas que es os. . "S' S - ' l " - 1, , enor, tu sa )es que te amo . La voz era la misma, pero el tono era distinto. Era el tono que Cristo buscaba, el tono de la auténtica hu– mildad. Tanta, que cuando años después iba a ser crucificado, pidió serlo boca abajo, porque no era digno de morir - ¡ni siquiera en la cruz!- como el Maestro. Hov, sobre la losa de su tumba en la colina de El . ' Vaticano, se levanta la piedra de su "Iglesia" y en la cúpula central está escrito, en un latín tan sencillo que todos los cristianos lo pueden entender: "Tu es Petrus". 223

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