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las mujeres que se hacen respetar y llegan hasta donde ellas quieren, y que la coquetería femenina es un arma de dos filos: su mejor aliada y su peor enemiga. Pero si examinarnos profundamente cualquier conducta fe– menina siempre aclvertirros q112, junto a cualquiera que ha caído muy abajo, hay un hombre que la ha empujado y, a veces, utilizando las armas sagradas del amor, del carifio, del posible matrimonio. Quiero, pues, concluir estas reflexiones sobre la mujer a propósito de las palabras dichas por una mujer a la "bendita entre todas las mujeres", con las palabras dichas en verso - sin eluda para que suenen mejor y menos duramente- por una mujer a los hombres: "Hombres necios que acusais a la mujer sin razón, sin ver que sois la ocasión de lo mismo que culpais. Pues, ¿para qué os espantais de la culpa que tenéis? Queredlas cual las hacéis o hacedlas cual las buscais". 217

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