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lleno de alabanzas, las palabras traídas del cielo por un arcángel: "Dios te salve llena de gracia ...". Pala– bras que se completan con las de la inspirada Isabel: "Bendita tú entre las mujeres". Palabras que se han hecho oración en los labios de todos los cristianos. No debiéramos olvidar, jamás, que toda esa pla– nificación redentora ha entrado en el mundo por la puerta de una mujer. San Pablo, que habla constante– mente de Cristo, habla una sola vez de María, pero para decir: "Y nació de mujer". Sin Ella las cosas no habrían sido como han sido. Por eso en el pórtico de la Navidad la liturgia pone este Evangelio sobre la Yirgen. Pues, aunque la yoz de Juan lo está anunciando desde lejos, la silenciosa y humilde t-.faría lo anuncia tan próximamente que tiene que pasar por Ella. De Ella tomó carne y sangre. De Ella nació. Ella fue quien le dio a adorar a los ángeles, pastores y magos. Ella, "la bendita entre todas las mujeres". Y las mujeres son benditas en ella. Benavente es– cribió: "¿Qué clase de mujeres habrá tenido en su casa el hombre que no sabe que toda mujer es tan respeta– hle C'Omo si fuera su madre o su hermana?". Un motivo de reflexión para todos. Pues, al fin, de mujer hemos nadclo todos nosotros, lo mismo que Dios, que no quiso excepciones. Calderón dijo: "No habléis mal de las mu– jeres, que, al fin, de ellas hemos nacido". Y con una mujer tendrá que contar quien desee ser padre. Es cierto que hay mujeres para todos los gustos, y no nos referimos a los tipos, sino a la conducta moral. Y también es cierto que los hombres suelen respetar a 216

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