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malos y buenos y llueve sobre justos e injustos. Pues si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen esto también los republicanos? Y si saludáis solamente a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen esto también los publicanos? Y si saludais tos, como perfecto es vuestro Padre celestial". Ese mismo Padre al que llamamos Padre nuestro - así, en plural - cuando rezarnos cada día. Oración que tenemos que rezar con mucho amor, no sea que al decir aquello de "perdónanos nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores", pida– mos nuestra propia condenación porque no somos ca– paces de perdonar. ¡Que\ profundo, qué práctico e inteligente es eso de amar al prójimo! Porque, dejemos lirismos a un lado, cada cual ha de florecer donde ha sido plantado. Y allí, Dios le pide la práctica ele ese Mandamiento. Importa, pues, que ahondemos en la raíces del amor. De lo contrario, todo el opulento ramaje de nues– tra vida cristiana se desplomará sin remedio. Por ello San Agustín escribió aquellas maravillosas palabras: "Ama, y haz lo que quieras; si callas, callarás con amor; si gritas, gritarás con amor; si corriges, corregirás con amor; si perdonas, perdonarás con amor. Como esté dentro de ti la raíz del amor, ninguna otra, sino el bien, podrá salir de tal raíz". A Cristo, el letrado le examinó sobre el amor. Al final de los tiempos, según se lee en el Evangelio y nos recuerda San Juan de la Cruz "seremos examinados sobre el amor", por Cristo. 202

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