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dor. Somos capaces de amar hasta el derretimiento o la demagogia a todos los pobres vietnamitas del norte y del sur. A todos los chinos de Mao -¡cuidado que son unos cuantos!-, a todos los pobrecitos negros de Africa o de América ... Pc··o Jo c111e se dice al prójimo, 1 (( ' . ,, t t a prox1mo a noso ros, eso ya es o ra cosa ... Ese prójimo que roza constantemente con noso– tros, que nos encontramos en casa a las horas de la comida, en la fúhrica o en la oficina a la hora del tra– bajo, en la calle cuando vamos o venimos, eso ya es muy distinto. A ese que le parta un rayo. Porque ese es insoportable, es maniático, un cabezota, un envidio- º , , ' , 1 so, un tonto, un ... ¡ ._ ue se yo cnantas cosas mas. Y Cristo, con toda la mala intención -valga la mala intención ele la frase-, dijo: "Amar al prójimo como a uno mismo". Estaba seguro que si amamos al prójimo, seríamos capaces ele amar a los remotos si alg{m día, por esas vueltas que da el mundo, los antí– podas se hacen nuestros compañeros ele destino. Pero si no somos capaces ele amar a este prójimo que ahora tenemos tan al alcance de la mano, a aquel del cual tanto nos compadecemos, ¿_le amaríamos llegada la ocasión? Es importante meditar en esto. Son verdades ele– mentales. pero olvidadas de puro sencillas. Y si pro– fundizamos en el Evangelio, nos damos cuenta de que c1 Evangelio es caridad. Y ese prójimo puede tro enemigo, al que debemos amar "yo os digo: amad a vuestros enemigos y que nos persiguen, para que seáis hijos Padre, que está en los cielos, que hace salir

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