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DOMINGO TREINTA LA LUZ DEL CIEGO LECTURAS: JEREMIAS 31, 7-9 HEBREOS, 5, 1-6 MARCOS, 10, 46-52 En el relato del Evangelio de este domingo resal– tan varias lecciones de fuerza tremenda y de actualidad inmarchitable. La primera, el egoísmo <le los hombres. Cuando el ciego se da cuenta <le que Jesús se acerca a su en– crucijada, cuando vislumbra un remedio a su ceguera y comienza a gritar loco de alegría o de angustia por– que puede pasar sin percibirlo, las gentes le mandan callar: "Muchos le regañaban para que callara". Nada les importaba a ellos que el ciego continuase en su encrucijada de caminos a las afueras de Jericó sin poder ver la luz del sol, el rostro <le las gentes o las célebres rosas de Jericó. Poco les importaba que su vida fuera siempre negra, como la del topo metido en su madriguera. Lo que les importaba es que no gritase tan descompasadamente, que no molestase, que les dejase marchar y vivir su vida en paz. El mal del otro no importaba. Pienso que esa clase de hombre no ha muerto aún. Pienso que ese grosero egoísmo yace como dormido en el fondo del corazón de cada cual. Ahora, cuando más se canta a la vida, cantamos a nuestra vida. No nos importa las molestias que podamos originar a los de– más con tal de vivir nuestra vida a nuestro ritmo. No 198
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