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esos casos extremos ... La Iglesia, al reprobado, no hace nada más que record:>r la doctrina de Cristo. Quiero recordar, también, lo que Cherterton, que no es tan antiguo, escribió sobre el asunto: "El divorcio es, en el mejor de los casos, un fracaso, y nos interesa mucho más buscar y curar su causa que completar sus defectos". Ahí dehemos poner el acento. En las causas de esos fracasos. Porque, muchas veces, el fracaso matri– monial comienza ya en el noviazgo. Hay muchos no– viazgos que, sin ser profetas, nos atrevemos a asegurar que concluirán en separación. Las cosas se ven venir. Los mismos novios debieran tomar conciencia para est1:diarse mutuamente. Para ver si la contrastación de pareceres y relaciones pueden dar un saldo positivo. De lo contrario, toda la miel quedará en la luna. El resto, hiel. Frecuenteincnte, el fracaso hay que buscarlo en ese hondo egoismo del cual todos tenemos bastante. Nos cuesta aceptar la cruz nuestra de cada día. Y, o aceptamos la cruz con Cristo como Cirineo, o acaba– mos en un vacío absoluto. Todos los movimientos apostólicos-matrimoniales tratan de acentuar la espiritualidad matrimonial, para que los propios consortes tengan defensas contra los achaques que la vida les tiene reservados. Si existen esas defensas, la victoria es segura. Si lo que pretende– mos es meramente gozar y pasarlo bien, pedimos el recambio a b primera avería. Y eso no puede ser, por- 190
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