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DOMINGO CUARTO LA PALABRA MAGICA LECTURAS: 2.ª SAMUEL, 7, 1-5. 8b-11,16 ROMANOS, 16, 25-27 LUCAS. 1, 26-38 ¡La palabra mágica! Todos hemos sentido acele– rarse nuestro corazón cuandos nos hablaban de la palabra mágica. Y los ojos se nos encandilaban ante aquellos cuentos infantiles de cajitas maravillosas, de montaüas que se abrían para mostrar sus entrañas <le oro, de princesas encantadas, de cuevas radiantes, de paraísos <le delicias. . . Y todo por una palabrita mági– ca. ¡Qué cuentos, Señor! No nos riamos de los niños. Nosotros, los mavores, según dicen los malabaristas, somos más fúciles de engafiar en los juegos de manos porque seguimos me– jor el hilo del engaño que los nifios que se distraen con cualquier cosa. Y en esos trucos también suele haber su palabra mágica. Pero ¡qué fenómeno es el hombre! Palabras mágicas - ¡mágicas!- ha habido pocas. Pocas como aquella que pronunció una mujer la ma– fiana de la Anunciación en Nazaret. Será bueno que escuchemos con atención el Evangelio de este domin– go o que le leamos en S. Lucas I, 26-38. ¡Qué perspectivas se le presentaron a la Virgen! Ser la Madre de Dios, concebir en su seno un hijo que 17

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