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guo templo de Delfos, debe ser descarnado y sincero. No es el tener unas 6 .1fas negras para ver los defectos de los demás y otras rosadas para ver los nuestros. No. Hemos de ser honrados y sinceros. Reconocen1os tal cual somos. Quizá sea la falta de humildad el mayor fallo del hombre actual. El prototipo del hombre moderno es el que confía plenamente en sí mismo, en sus posibili– dades, en su técnica en su mundo. Sin límite•;. No ' podemos condenar esta postura humana tan valiente y tan optimista, si no es en una cosa: en querer pres– cindir ele Dios. El pecado del hombre actual es de una soberbia tan refinada que no ha querido ser Únicamen– te c lmo Dios, sino que ha querido prescindir ele Dios. "Dios no existe porque Dios me estorba, porque no le necesito ... ". "Dios no existe porque no le veo". Es el tipo que goza y goza y niega todo lo que no ve. Un toque de humildad le salvaría, le haría ver sus limita– ciones, sus posibilidades y su dependencia de otro Ser Superior. ¿La humildad es una virtud deprimente? No. Pues si es cierto que nos hahla de nuestra dependencia del Dios que nos creó y nos conserva la vida, nos dice tarnhién que Dios nos ha dotado ele posibilidades in– mensas, que es nuestro Padre amoroso v oue somos sus hijos predilectos. El mismo que elijo "sin Dios nada soy y nada puedo", escribió también: ''Todo lo puedo en Aquel que me conforta". Quizú pur eso mismo Cristo nos propuso a un nifio 183

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