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1 '1' •, 'l - ¿ u qmen eres r Juan sabe de sobra hacia donde apuntan. Les ha leído la ansiedad en los ojos. - Yo 110 soy el ~1esías. - Entonces, ?,qué? ¿Eres tú Elías? -No lo soy. -¿Eres tú el profeta? -No. -¿Quién eres? - Yo soy la voz que grita en el desierto: "Allanad el carr.ino del Seüor". Esto les debiera haber bastado. Quería decir que el Mesías estaba a la vuelta de la esquina. Eran los signos que había dado el profeta Isaías. Había, por tanto, que prepararse para recibirle. Pero ellos, ritua– listas hasta la exacerbación: - Entonces, ¿por qué bautizas, si tú no eres el Mesías, ni Elías, ni el Profeta? -Yo lxmtizo con agua: en medio de vosotros hay uno que no conocéis, el que viene detrás de mí, que existía antes que yo y al que no soy digno de desatar la correa de la sandalia. Juan, hombre sincero, no había querido arrogarse un falso papel que no le corresponde. La sinceridad está siempre amasada con humildad. Porque humildad es "andar en verdad". Es bueno que ahora, cuando pretendemos ser un poco o un mucho más de lo que en realidad somos, copiemos la lección ele Juan. Esta– mos muy pagados ele nosotros mismos, tenemos mucha fachada. Y más si las carteras están bien repletas. En- 15

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