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los hebreos casi al pie de la letra, y dice: "Los presbí– teros, tomados de entre los hombres y constituidos en favor de los hombres en lo que a Dios se refiere para que ofrezcan dones y sacrificios por los pecados, convi– ven, como con hermanos, con los otros hombres". Hoy, como ayer, el sacerdote ha de ser el gran equilibrista del mundo. El que siendo hombre para los hombres, viviendo en medio del mundo, ha de man– tenerse distante y distinto sin maliciarse con el polvo del mundo. Más que asombrarse de que algunos caigan, debiéramos de asombramos de que muchos se mantengan de pie en la cuerda floja y difícil de esa vocación especial. Más que murmurar y criticarles despiadadamente debiérarrws orar por ellos, al igual que el Maestro: "No te pido que los saques del mundo, sino que los preserves del mal". ¿Cómo será el sacerdote de mañana? Una interro– gante más que se plantean hasta los más altos jerarcas de la Iglesia. Un teólogo francés opina: "Es difícil pre– decirlo hoy. Lo que es seguro es que será y permane– cerá como un hombre igual a los otros y, sin embargo, un hombre distinto a los otros, pues su sacerdocio no toca sólo a algunos aspectos de su vida, sino a todo ,, su ser . En fin de cuentas, quedamos en el círculo mágico de una vocación especial. En el heroico equilibrio de una vida y una misión divina en el mundo de los hombres. 148

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