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oleaje embravecido. ¡Eso es signo de vida, de movi– miento! ¡Fuera el inmovilismo, la rutina, las cosas ma– nidas! Pero no faltan los aprovechados que quieren pescar en el río revuelto de tantas confusiones. Pienso que la más prudente y acertada de las pos– turas -aunque la más difícil- es mantenerse en el justo medio de la virtud. Sobre todo en la virtud acon– sejada por Cristo en este Evangelio: la fe. El Evangelio nos narra una travesía del lago de Galilea. Cristo dormía. Dormía el hombre y velaba Dios. Si su cuerpo cayó rendido y durmió como cual– quier mortal, su interior estaba alerta. Veía perfecta– mente qué angustias pasaban sus discípulos. Sabía que la nave - la Iglesia - no podía hundirse. Pero quería darles una lección a ellos y a todos los futuros discípu– los. Enseñarles que lo que más necesitan siempre es la fe. En todos los sentidos. Aferrarse más a la fe, a lo que es fundamental en la fe, no a la opiniones variables según modos y modas. Y, sobre todo, tener mucha más confianza en Dios. Con frecuencia confiamos excesivamente en noso– tros mismos, en nuestra brega diaria, en nuestra plani– ficación cotidiana, en nuestro remar denodado. Y queremos que los resultados correspondan material– mente a los esfuerzos. Por eso cuando las cosas no salen como a nosotros nos parece que debieran salir, nos atrevemos a gritar hasta al mismo Dios: "¿No te importa que nos hundamos?". Y con nosotras nuestras obras, nuestros proyectos, nuestros planes, nuestros templos, nuestras mini-iglesias, nuestras ... El Evangelio de hoy nos dice que Cristo se levantó 141
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