BCCCAP00000000000000000000543
ni la vida eterna ... De esa manera, la única salida que queda cuando la vid::. es un callejón sin salida, cuando el fardo pesa demasiado, es el suicidio. Así se da esa tremenda paradoja; en el momento actual, cuanto más se canta a la vida más suicidios hay. Y los suicidios entre los jóvenes son los que alcanzan una cifra más alta. ¿Qué hacer? Mirar a lo alto y darse cuenta que no estamos solos. Que el cielo no está vacío y que Dios es nuestro Padre, dispuesto a perdonar siempre por muy pródigos que hayamos sido, con tal de que le pidamos perdón. Le fue avisado al hombre moderno del enorme peh'._i;ro que suponía esa falta de conciencia de pecado. A pesar de ello, el hombre ha seguido su camino hacia el abismo. Se habla ele complejos, de taras, de moral sin pecado. Todo muy bien cuando bien se entiende. Pero, ¿no será que nuestra soberbia nos impide reco– nocer la verdad a secas? Y la verdad a secas, sin ador– nos, es que nosotros somos pecadores. "Humildad es andar en verdad", escribió la espafiola que han procla– mado doctora ele la Iglesia. Somos unos soberbios. Y nos cuesta creer, incluso, el relato del pecado original que hoy presenta la Iglesia a nuestra consideración. Sabemos tergiversar muy bien cualquier texto con tal de hacerlo a la medida de nues– tra mentalidad. Pero la verdad es una. Y la verdad es que yo, tú y todos somos pecadores. Y que nos es mucho mejor decir: "Sefior, pequé". Para que nos sea dicho de parte de Dios: "Yo te perdono tus pecados en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo". 136
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz