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estos movimientos, que se creen movidos por el soplo divino, lo están por el propio egoísmo. Y quieren rom– per todo el vínculo con la Iglesia sin tener en cuenta quién tiene la autoridad sobre el sábado y demás. Pero sin duda que otros lo son por el viento del Espíritu que desea que muchas espigas, petrificadas por inviernos de siglos, lleguen a madurar. Monseñor Morcillo, primer arzobispo de Madrid, escribió: "Hay otro gmpo de comunidades de base que tie– nen una vinculación que quiere ser cada día más estre– cha y cordial con la Iglesia constitucional. No quieren buscar más que nuevos caminos, están actuando en muchos lugares como un gran fermento". Y quería que los sacerdotes las atendiesen. Sin duda que este aire fresco que ha entrado en la Iglesia, ha provocado muchos remolinos entre las espigas inhiestas, pero merecen ser meditadas las pa– labras del norteamericrmo monseñor Paul J\foore: "Nin– gún nudo debe atar a la Iglesia, ningún muro debe separar su vida de la vida. Ningún lazo debe ser apre– tado tanto que ahoge la respiración de la comunidad. Nosotros, sin embargo, estamos atados por nudos ... Todo no mata al Espíritu, porque el Espíritu no puede morir. Pero todo esto ata su libertad de acción en el interior de la Iglesia de modo tal, que el Espíritu, frus– trado, abandona las rígida~ instituciones y vuela hacia otras partes, hacia una nueva vida ... Y hoy podemos observar que el viejo árbol de la Iglesia tiene nuevos brotes de vida, aunque a veces estos brotes le resulten embarazosos". 133

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