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He aquí una verdad a medias, y todos sabemos que hs ve-rebeles a medfas son las peores de las men– tiras. Porque no comprendo qué puede ver San Juan Bautista, que se retiró al desierto por un impulso pro– fético, que vivió con un vestido que era casi un cilicio, que se dejó crecer el pelo y la barba debido a su voto de nazareno, que habló con una enorme humildad sobre el Cristo que había de venir y cuyos caminos estaba preparando; con toda esa serie de jóvenes que dejan la higiene a un lado cuando la higiene es pre– visión de enfermedades, que toman marihuana y otras hierbas, que visten prendas femeninas, que se rebelan contra la sociedad para hacerla peor. Juan Bautista es el precursor del Señor. El sembró en todo Israel un clima de expectación. El resucitó en todos la idea de la pronta venida del Mesías. El era hombre tremendamente penitente que buscaba la pu– rificación de las almas de todos los pecadores por me– dio de un bautismo de penitencia. Juan era el hombre humilde, libre -sin estar esclavizado por ningún vi– cio-, que decía la verdad a todos. Y sobre todo anun– ciaba con una sinceridad límite que no era digno ni siquiera de desatar la correa ele la sandalia del que iba a venir detrás de él. La figura atlética, viril, penitente, de Juan se proyecta sobre la espiritualidad cristiana para abrir un camino rectilíneo hacia Cristo. La Iglesia lo realiza en la lihugia del Adviento para crear un clima de expectación y preparación ante la próxima venida de Jesús en la Navidad. No podemos falsificar su figura sublime y hacerle patrono de ciertos tipos 11
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