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pre alerta. El centinela no está con el fusil apuntando a un posible enemigo que le va a asaltar en las som– bras, pero está con el fusil preparado, vigilante, por si acaso. Hoy, en la era de las computadoras, de los análi– sis clínicos, de los electrocardiogramas, incluso por teléfono, la muerte sigue siendo la gran imprevista. No vamos a estar en puro sobresalto, entonces las en– fermedades cardíacas proliferarían más aún. Pero sí hemos de estar siempre preparados, para que nunca nos coja desprevenidos. Hemos de vivir en gracia de Dios, para que al pasar la frontera de la vida, Dios sea nuestro amigo, nuestro buen Padre, como El quiere ser. Vivir la gracia hoy, exige, quizá, más lucha que ayer. Pero la vida es precisamente lucha, no para ser vencidos, sino para ser vencedores, campeones... Y el que cae y se levanta y sigue, llegará a la meta. ¡Lucha– mos con tanto afán por cosas que tienen menos impor– tancia! La muerte está a la orden del día. Se dice que la civilización está montada sobre ruedas: ruedas en los automóviles, en los trenes, en los aviones, en los cro– nómetros, en las computadoras. Todo marcha sobre ruedas ... ¡Pero podríamos decir que la civilización, el adelanto técnico está montado sobre las muertes trá– gicas de tantos y tantos héroes anónimos! Se han llama– do a los accidentes el cáncer de la carretera. Y a los otros accidentes, ¿cómo se les llama? Vivo aquí, en el vértice de un ángulo que termina en tiralíneas en dos de los más prestigiosos centros sa- 8

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