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Hasta que un día la voz de Dios reson6 fuer– te en su alma, y se decidió a cambiar radicalmente y a cumplir el Evangelio al pie de la letra y anun– ciárselo así a los hombres. Para saludarles o con– vocarles les grita: "Paz y bien". Los labradores - la hoz en la diestra y en la izquierda el haz de espigas recién segadas - se le quedan mirando. En las plazas se arremolinaba la gente. Los chi– quillos, algunas veces, le tiraban piedras y le llamaban loco. Pero Francisco termin6 imponién– dose a todos y su consigna de paz y bien fue pene– trando en las almas. Llegó un día en que quiso vivir el Evangelio comenzando por el principio. Era diciembre de 1223. La Navidad se acercaba y Francisco dese6 celebrarla en Greccio, pueblecito de los Abruzas, que semejaba un belén recostado sobre el valle. Fue hasta el pueblo y le dijo a su amigo Juan, un buen cristiano del lugar: "Si quieres que celebre– mos en Greccio la próxima fiesta del natalicio divino, adelántate y prepara con diligencia lo que voy a indicarte. Para hacer memoria con mayor naturalidad de aquel divino Niño y de las incomo– didades que sufri6 al ser reclinado en un pesebre y puesto sobre humilde paja junto a un buey y un 75

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