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de Asís! Gustaba salir al frente de los jóvenes más alegres a cantar por las calles en penumbra. Las gentes se asomaban a las puertas y ventanas para verles pasar. Algunas noches se separaba de la pandilla y de cara a las estrellas se ponía a imaginar... - ¡Eh, Francisco! ¿Sueñas en conquitar una estrella o una dama? ¿Acaso piensas tomar esposa? - Pues sí, y os aseguro que es la más noble y la más hermosa de todas las damas que jamás caballero haya podido imaginar. Francisco había salido un poco soñador. Su madre, y hasta las gentes de edad, pensaban que estaba llamado a algo muy grave, pues todos re– cordaban la presencia y el anuncio del extraño peregrino cuando su nacimiento. Pero durante aquellos años nadie había vuelto a ver al miste– rioso personaje. Habían sucedido, mientras, muchas cosas. Revueltas, guerras, murallas destruidas y vueltas a construir. Incluso en algunas de aquellas guerras había intervenido Francisco. 74

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