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- Llevadme al establo, llevadme al establo. No le querían hacer caso. Pero ella insistía alborozada: - Enseguida, enseguida ... Han cesado en mí todos los dolores de la maternidad. Me va a nacer un niño que será rubio como los príncipes y bueno como los santos Y la llevaron al establo. Era el año de gracia de 1182. Hoy muestran el establo convertido en capilla. Las campanas voltearon clamorosas en la catedral de San Rufino anunciando el bautismo del niño, y las gentes se arremolinaron junto a la pila bautismal. Cuchicheaban las mujeres y los niños arracimaban sus cabecitas en el hueco que había entre el sacerdote y el padrino. De repente se hizo un silencio prodigioso. Entraba el peregrino por la puerta de la igle– sia y pedía paso. Al sacerdote se le trafucaron los latines litúrgicos. A las mujeres se les helaron los cuchicheos en los labios. El peregrino pasaba delante de ellas como un enviado de Dios . 70

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