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--' Precisamente vengo a hablar con tu señora. - Ahora no puede ser; está muy enferma. De u¡nguna manera. - Sé que puede ser. Sé, además, lo que le sucede a tu señora. Yo le traigo un remedio, pues conozco un caso parecido. Déjame pasar. El peregrino pasó. Fue subiendo firme las escaleras y se dirigió recto a la alcoba de Donna Pica como si ya conociese la casa. Alzó levemente la cortina y fue diciendo pausado, cual si fuese un mensaje aprendido de memoria en otro mundo: -Sí, conozco un caso parecido. El caso de Nuestro Señor Jesucristo, que nació en un pese– bre. El niño que lleváis en vuestro seno tiene que nacer como Nuestro Señor Jesucristo, pues Dios le reserva para grandes cosas. El viene a traer para esta ciudad belicosa e inquieta y para todo el mundo, la paz y el bien. Hacedme caso. Os lo digo de parte del Señor. El peregrino desapareció sin que tuviesen tiempo de preguntarle quién era y cómo se llama– ba. Donna Pica, gritó: 69

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