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lleva a Daimuz, en el lugar más imprevisto, había brotado un manantial que no cesaba de echar agua sobre la tierra sedienta. Lleg6 el sacerdote. Mojó sus dedos en el agua fresca. Se santiguó y rezó en silencio. Luego invitó a todos a cantar la salve a la Virgen de las Mercedes. "Pues este mi– lagro es un regalo de la Virgen en su fiesta", y llamaron a aquella fuente: La Fuente de las Mer– cedes, y un alma piadosa puso sobre el muro de piedra que levantaron una imagen de la Virgen de las Mercedes. Desde entonces no ha faltado nunca el agua en la Rambla O. Es como un mila– gro fresco y verde en medio de los cerros calcina– dos y sedientos, una milagro de la Virgen de las Mercedes . 54

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