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parecían labios trágicos suplicando la limosna del agua. Falta el agua incluso para beber. Porque era setiembre y no había llovido nada -pero nada, sin exageraciones campesinas - , durante todo el año . Y el fuego del verano había arrasado toda la humedad que se acumulaba en lo más hondo de los valles. No obstante, las gentes de la Rambla de O. se disponían a celebrar la romería de la Virgen de las Mercedes que se venera en una ermita le– vantada en un cerro . Dios sabe dónde habían sacado el dinero para echar tanta cohetería por los aires. Quizá tenían rabia de las nubes que pasaban sin descargar su agua en los campos. Quizá. . . Pero lo cierto es que todos pedían a la Virgen de las Mercedes que les enviase agua, un poco de agua siquiera. Con fe, salieron de la ermita esperando el milagro del agua. Miraban con esperanza las nu– bes que pasaban sobre el paisaje, dejando su som– bra huidiza, y en lo más hondo de su alma suplicaban: "Si la Virgen quisiera .. .". Y la Virgen quiso. Fue cuando todos estaban 52

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