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lf o sé si la guerra mundial que arrasó tantas ,v cosas en Alemania, desfloró también esta hermosa leyenda: En las montañas de Baviera - la más católica región de Alemania - las madres que sabían iban a tener un hijo duran– te el año, compraban un gran cirio, lo guardaban con amor hasta la fiesta de la luz, la Candelaria, y lo llevaban a la Iglesia para que se lo bendijese el sacerdote. Cuando el runo nacía, al ser bautizado, el padre portaba el cirio. En el momento preciso, al hablar el sacerdote de la luz que es Cristo y ha de iluminar la ceguera cristiana del recién bauti– zado, se acercaba el padre al cirio pascual que estaba encendido y encendía su cirio. Cumplida esta misión, el cirio era guardado en un lugar relevante de la casa, junto al del padre y al de la madre. Si al ser confirmado el niño, era suficientemente grande, él mismo lo mantenía encendido durante la ceremonia. Cuan- 45

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