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tores abandonan a las ovejas. Ni aunque venga el lobo. Y aquella noche ... La ovejita no pudo más. Los pastores habían dejado, con las prisas y los nervios, mal arrimada la puerta del aprisco. Ella -menudita y joven-, empujando, se hizo un hueco, lo justo para esca– bullirse. Y se marchó detrás. La noche era nubosa y fría. Nada extraño porque estábamos en invierno, 24 de diciembre, exactamente. Amenazaba la nieve ... Del horizon– te, algo oscuro, venían los lejanos aullidos de los chacales.. . Pero ella, aunque tenía miedo, tenía mayor curiosidad. Y seguía avanzando. De vez en cuando se paraba a escuchar para oir allá lejos el rumor de los pasos y las voces de los pastores. Les vio entrar en una gruta. Alguna vez les habían guardado allí cuando era cordera mientras ordeñaban a las otras ovejas. Conocía aquel lugar. Tenía un pesebre desde donde le gustaba saltar. Se acercó muy despacio a mirar por una ren– dija de la puerta. 27

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